Las mañanas limeñas son algo húmedas dependiendo de la zona, y aquella mañana de verano no fue la excepción. Una densa neblina cubría la zona costera de la moderna capital de la Confederación y en un edificio de aquella zona cubierta por la neblina había un muchacho entrando de forma silenciosa una habitación.
- ¡Despierta perezosa! – Fueron las palabras del muchacho a su hermana mientras la sacudía para que despierte.
De pronto, el muchacho fue golpeado por una fuerza invisible, la cual lo derribo, provocando que se cayera hacia un lado.
-¡Jajaja!
- Deja de jugar Dalila, ya es tarde. – dijo el muchacho mientras se levantaba.
- No puedo evitarlo Sebas, tu sabes que es bueno reírse en las mañanas – dijo la chica mientras se estiraba.
- Pero yo no me reí – murmuró el muchacho mirando hacia otro lado - Bueno, cámbiate de ropa, vamos a desayunar – y terminando de hablar con su hermana, se dirigió a la puerta para abandonar la habitación.
- ¡OK, Sebas! – exclamo Dalila de forma muy jovial.
Sebastián salió del cuarto de Dalila y bajo las escaleras para dirigirse a la cocina. Preparó un poco de café e hizo unas tostadas con huevos revueltos. Luego puso la mesa, encendió la televisión en el canal de las noticias, y se sentó a esperar a que su hermana perezosa termine de alistarse.
Cuando Dalila salió de su habitación, vestía unos jeans azules, una camiseta deportiva de tenis y unas zapatillas de skate. Dalila se dirigió a su sitio habitual.
- ¿Y Albert? – preguntó Dalila.
- Se tomó el día libre – dijo Sebastián luego de tomar un sorbo de café.
Dalila se sirvió un poco de huevos revueltos con jamón y se dirigió a la cocina. Abrió el refrigerador y cogiendo una botella personal de yogurt de vainilla se dirigió a su hermano.
- ¿Entonces qué haremos hoy? – dijo Dalila mientras se sentaba a la mesa y revisaba su teléfono celular.
Sebastián no dijo nada, solo se dedicó a tomar el resto de su café y mirar el noticiero matutino. Dalila no se molestó por no obtener respuesta de Sebastián, ya que ella sabía que su hermano siempre tenía un plan, y ese día no iba a ser la excepción.
Estuvieron varios minutos tomando desayuno sin intercambiar palabra alguna, siendo el único sonido en aquella casa, la voz de la reportera en la televisión y el sonido que hacia Sebastián al momento de comer cereal. Sin embargo, fue el anuncio de una noticia de último minuto, lo que rompió el silencio en aquella habitación.
- Ahora en vivo desde la playa de Ancón, donde hace unos minutos ha caído un objeto metálico de forma extraña…
Solo bastaron aquellas palabras para que Sebastián se levantara violentamente y se dirigiera al perchero ubicado en la entrada principal, y cogiendo su chaqueta de este, volteó la mirada hacia su hermana un instante, miro brevemente a su hermana, quien aun tenía la botella yogurt en su mano y mirando nuevamente hacia la puerta dejo que su hermana interpretara su silencio.
Dalila no tuvo que decir palabra alguna, simplemente se paró y se dirigió a la entrada principal. Cogió su chaqueta del perchero al igual que Sebastián y siguió a su hermano. La emoción que sentía Dalila era tan grande que se le notaba en el rostro. Era más de lo que ella había estado imaginando durante cinco años.
Sebastián también sentía una gran emoción por la noticia. Aunque, por ser el mayor lo disimulaba mejor. Sebastián no podía creer aun lo que había escuchado en las noticias.
- No lo creeré hasta verlo con mis propios ojos – se dijo Sebastián a sí mismo, conteniendo la emoción que sentía por el simple hecho de saber que el momento había llegado.
Sebastián y Dalila salieron del departamento y caminaron por un pasadizo. Llamaron al ascensor y la espera fue acompañada de un silencio sepulcral. Cuando el ascensor llegó al piso 3, se escuchó el timbre característico y se abrieron las puertas. Ambos hermanos entraron, Sebastián presionó el botón del sótano 4 y las puertas se cerraron. Al llegar al sótano 4, los hermanos salieron del ascensor y se dirigieron al auto estacionado a solo unos metros. Sebastián desactivó la alarma y se sentó en el asiento del piloto mientras que Dalila, en el asiento del copiloto. Ambos se abrocharon el cinturón de seguridad de forma sincronizada y después de acomodar los espejos, el hermano mayor encendió el auto.
Sebastián empezó a manejar casi por inercia, ya que lo único en lo que podía pensar era en aquel objeto en la playa. Él había estado esperando por ese día durante años, y tanto él como su hermana estaban preparados para ese momento.
Luego de una media hora de manejo, Sebastián y Dalila se encontraban recorriendo la carretera Panamericana, rumbo al norte, a la lujosa zona residencial de Ancón. Sebastián manejaba sin decir una sola palabra, mientras Dalila tarareaba el nuevo éxito del pop internacional “Faraway in Venus”.
Ambos hermanos solían conversar mucho, y a pesar que Dalila era “la abeja reina” en su escuela, ella quería mucho a su hermano y siempre le gustaba hablar de ciencia con él. Aunque debido a los sucesos de aquel día, no intercambiaron ninguna palabra durante el viaje.
Luego de una hora más en la carretera, llegaron a la ciudad de Ancón. La ciudad era hermosa, uno de los lugares más lujosos del país, donde las celebridades internacionales pasaban sus vacaciones. Los jardines estaban bien cuidados, y las casas eran inmensas y con acabados bien elaborados. Mientras Sebastián manejaba por aquel exclusivo lugar, los ojos de Dalila brillaban de emoción, no por el hecho de ir a ver lo que siempre quiso ver, sino por lo lujoso que era ese lugar comparado con el departamento en el que vivía con su hermano. Sebastián al ver que Dalila estaba emocionada por lo que veía le dijo.
- No te vayas a olvidar por que venimos.
Dalila miró a su hermano a los ojos de forma orgullosa.
- Mira por donde manejas y déjame disfrutar de la vista – dijo Dalila apartando la mirada de su hermano.
Sebastián siguió manejando mientras se reía para sí mismo. A Sebastián le causaba mucha gracia que su hermana fuera de ese modo siendo clase media. Él no se imaginaba como hubiera sido ella si sus padres estuvieran vivos y gozaran de aquella vida llena de lujos que él recordaba. De pronto, Sebastián sintió un nudo en la garganta.
- Deja de pensar en eso – pensó Sebastián – ellos están muertos.
Luego de manejar por unos minutos llegaron a la avenida principal de la ciudad, por la cual llegaría al balneario, lugar donde se encontraba aquello que deseaba. El camino hacia la playa estaba desierto, lo cual no era común en aquella época del año.
-Deben haber evacuado a todos – pensó Sebastián y siguió manejando.
Al llegar a la playa, ambos hermanos notaron la presencia de la policía, por lo que el hermano mayor estacionó el carro a unos metros de distancia. Luego, presionó un botón y las lunas del carro se volvieron polarizadas.
- Ve al asiento de atrás y cámbiate – le dijo Sebastián a Dalila.
- Okey dokey karaoke – dijo Dalila como cantando.
Sebastián soltó un bufido y sacó su teléfono celular para revisar su correo electrónico. Dalila colocó el asiento en 180 grados y gateó hacia el asiento del fondo y empezó a cambiarse. Cinco minutos después Dalila volvió al asiento del copiloto y lo colocó en la posición original.
- Ya está. ¿Empezamos?
- Showtime – dijo Sebastián y abrió la puerta del auto.
- Ok Sebas, hoy será el día de las sorpresas. – dijo Dalila guiñándole el ojo a su hermano.
- No Dalila, ya es el día de las sorpresas.
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