Quiero iniciar este post indicando que luego de veinticuatro años de existencia he llegado a la conclusión de que la vida está compuesta por etapas, las cuales forman los capítulos de la historia de nuestra existencia. Y que cuando terminamos esas etapas, es común entrar en un estado de limbo, sin saber que hacer luego de aquellos eventos que cambian el curso de nuestras insignificantes vidas. Ese momento clave, ese punto de inflexión, aquel cambio, genera confusión, esa sensación de duda que hace que las personas encuentren complicado cerrar una etapa de su vida.
Durante años he visto a mis amigos y conocidos vivir esos dramas propios de la confusión y el cambio súbito, los cuales durante años han sido desconocidos para mí, y no porque los eventos que ocurrían en mi vida eran diferentes a los de otras personas, si no por la ausencia de un cambio radical.
Ese momento crucial, aquel cambio radical ocurrió en mi vida hace una semana. Al inicio no le dí mucha importancia, tomé los eventos de aquel día como eventos comunes sin brindarles la debida atención y durante varios días estuve en el limbo, sin saber que hacer o como ocupar mi tiempo. Debo confesar que los primeros días luego de los sucesos, me fue complicado concentrarme en algo específico, pero luego me di cuenta que mejoré mi desempeño en el trabajo, mi tiempo libre lo empecé a utilizar para retomar viejos pasatiempos y en mis momentos de ocio y pereza podía ver que miles de ideas impresionantes cursaban por mi cabeza.
Tal vez ese cambio, que al comienzo me resultó complejo y difícil de manejar, me dio diferentes motivos para seguir adelante. Claro ejemplo de ello es que este fin de semana largo me la pasé ordenando mi cuarto, desechando cosas viejas y programando mi vida para una nueva etapa. Me he dado cuenta que aún quedan dos meses de este año y tal vez ha llegado el momento de utilizar toda mi capacidad y hacer algo realmente impresionante.
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